La Salvación que Proviene de la Fe – Pastor David Jang


1. La naturaleza de la fe y la importancia de Gálatas 3

Comprender correctamente el capítulo 3 de la epístola a los Gálatas es como obtener la clave principal para entender toda la carta. El apóstol Pablo menciona la palabra “fe” catorce veces en este capítulo, enfatizando la relación entre la Ley y la fe, así como el carácter universal de la salvación que incluye no solo al pueblo de Israel, sino también a los gentiles. Desde la época de la Reforma Protestante, se conoce Gálatas como la “epístola de la libertad”, precisamente porque proclama con gran fuerza la libertad, la gracia y la fe. Y en el trasfondo de ese poderoso mensaje se encuentra la enseñanza central de Pablo, contenida especialmente en el capítulo 3.

El pastor David Jang, durante décadas de predicación en Corea y en distintas partes del mundo, ha puesto énfasis en el mensaje esencial de Gálatas 3, especialmente para aquellos que han caído en el legalismo y han perdido la esencia de la salvación. Ha insistido reiteradamente en la importancia de la verdad de que “se obtiene la salvación por la fe”, es decir, la doctrina de la justificación por la fe, también llamada justificación por fe”. Esta enseñanza está en sintonía con el consenso al que llegó la Iglesia en el Concilio de Jerusalén (Hechos 15), cuando quedó afirmado que “también los gentiles reciben la salvación por la fe y no por la Ley”.

En el mencionado Concilio de Jerusalén, se reafirmó que la esencia del evangelio es “ser salvos por la fe”. Se verificó la verdad de que la Ley no podía librar del pecado y de la muerte. Los judaizantes (o falsos maestros) afirmaban que sin la circuncisión y la observancia de la Ley no podía haber salvación, pero los apóstoles Pedro, Pablo y Santiago proclamaron que ni la circuncisión ni los diversos rituales podían ser requisitos esenciales para la salvación. La declaración “somos justificados únicamente por la gracia y la fe” fue el núcleo soteriológico del cristianismo ya desde la Iglesia primitiva, y Gálatas 3 es el capítulo que expone con más claridad dicho núcleo.

A lo largo de toda la epístola, Pablo quiere demostrar que el evangelio que él predica coincide con el de los apóstoles de Jerusalén. Ese evangelio es: “No somos salvos por la Ley, sino únicamente por la fe en Jesucristo”. Esta enseñanza provocó la oposición de muchos falsos maestros judaizantes, pero es en Gálatas 3 donde Pablo encara este asunto de manera más directa.

Estos falsos maestros se habían infiltrado en la iglesia, propagando la idea de que “aunque uno crea en Jesús, es necesario cumplir la Ley y someterse a la circuncisión para alcanzar la salvación completa”. En la iglesia de Galacia, algunos creyentes, que en un principio habían recibido la libertad gracias a la gracia y la fe, habían vuelto a encerrarse en un “formalismo religioso” de carácter legalista. Por eso, en Gálatas 3:1, Pablo exclama con firmeza: “¡Oh gálatas insensatos!” Les reprende fuertemente porque, habiendo contemplado ya el único camino de salvación a través de la cruz de Cristo, se estaban dejando llevar por otro evangelio. Con la frase “¡Ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado! ¿Quién os fascinó?” Pablo lanza una advertencia que la iglesia de hoy también debe escuchar con atención.

El pastor David Jang, en numerosas ocasiones, tanto en predicaciones y conferencias como en su ministerio escrito, ha recalcado que “el foco de Gálatas 3 es la cruz, la resurrección y la certeza de la salvación por la fe”. Enseña repetidamente la verdad bíblica de que la Ley muestra el pecado y la incapacidad de uno para salvarse a sí mismo, pero que no puede resolver el problema del pecado. El mensaje central del “evangelio” es que Jesús, en la cruz, asumió toda la maldición y el precio del pecado que la Ley señala, resolviendo así el problema del pecado de raíz. Y recibir ese evangelio “por fe” constituye la esencia de la salvación cristiana.

Aunque la palabra “fe” es un término muy común en la vida cristiana, Gálatas 3 profundiza en su definición y significado. Explica qué es la fe, cómo actúa y por qué la salvación por medio de la fe es posible, empleando también ejemplos del Antiguo Testamento (particularmente el de Abraham). Esto está estrechamente relacionado con verdades como:

  1. La salvación se origina en la gracia.
  2. Esa gracia se revela de manera decisiva en la cruz y en la resurrección de Jesucristo.
  3. Solo debemos recibir esa gracia por la fe.

En Gálatas 3, Pablo desarrolla este tema de la manera más lógica y contundente posible. Por consiguiente, para que la iglesia no pierda el núcleo de la doctrina de la salvación, es indispensable proteger las enseñanzas de este capítulo. El pastor David Jang señala que “hoy día, muchos creyentes conocen intelectualmente el concepto de ‘la salvación por la fe’, pero no siempre se traduce en su vida práctica”. Lamenta ver “un círculo vicioso en el que los cristianos siguen atándose al legalismo, a los reglamentos de la iglesia, a ciertas tradiciones, o a normas culturales y sociales, juzgándose a sí mismos y a los demás”. Por ello, ha abogado por recuperar el “evangelio de la libertad” que Pablo proclama.

En definitiva, Gálatas 3 contrasta los dos grandes ejes “fe” y “Ley”, proclamando la verdad universal y última de que solo mediante la fe se obtiene la justicia. El tono intenso de Pablo cuando exclama “¡Oh gálatas insensatos!” no es mera crítica, sino un clamor desesperado para que no vuelvan a someterse al yugo de la Ley. Hoy también debemos escuchar su voz y recuperar la verdadera libertad que proviene de la gracia.


2. La fe de Abraham, el conflicto con el legalismo y la argumentación de Pablo

En la primera parte de Gálatas 3, Pablo hace la pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por el oír con fe?” (Gál. 3:2). Con ello, busca que los creyentes de Galacia recuerden que ya han experimentado al Espíritu Santo. Si efectivamente han recibido al Espíritu, saben que ello ocurrió por la fe en el evangelio de Jesucristo, y no por ritos u obras de la Ley. En otras palabras, aunque hayan experimentado dones espirituales, regeneración, o manifestaciones como lenguas o profecía, eso no fue producto de cumplir normas legales, sino resultado de creer en el evangelio de Cristo.

Pero Pablo va más allá y presenta el ejemplo de Abraham (Gál. 3:6), porque era precisamente Abraham la figura en la que más insistían los falsos maestros judaizantes. Ellos afirmaban que “nuestro antepasado Abraham fue justificado mediante la Ley y la circuncisión”. Sin embargo, la realidad es que Abraham fue declarado justo al creer en Dios, y ese acto de fe precedió a cualquier obra. (Gén. 15:6). El pastor David Jang, en varias de sus predicaciones y exposiciones bíblicas, enfatiza los relatos de Génesis 12 al 17, recordando constantemente que “hubo un momento en el que Abraham fue declarado justo por creer en Dios, antes de recibir la circuncisión”.

La circuncisión aparece en Génesis 17. En cambio, la célebre declaración de Génesis 15:6, “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”, sucede antes de la institución de la circuncisión. Además, las leyes mosaicas —que podríamos calificar como la “Ley” en sentido estricto— se promulgaron 430 años después de los tiempos de Abraham (Gál. 3:17). De modo que la justificación de Abraham no se debió a la circuncisión o a la observancia de la Ley. Fue declarado justo cuando, por la fe, obedeció (Heb. 11:8, “sin saber a dónde iba”), recibiendo la promesa de “una tierra” y de “una descendencia tan numerosa como las estrellas”. Creyó la palabra de Dios para salir de su tierra, y esa fe le fue contada por justicia.

Pablo se refiere a este principio como “la justicia que le fue contada estando aún incircunciso” (Rom. 4:9-10). El suceso de ser declarado justo por la fe ocurrió antes, y la circuncisión solo fue una señal que confirmaba esa justicia. El capítulo 4 de Romanos está lleno de pasajes paralelos a Gálatas 3. En Romanos 4, Pablo conecta la “bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras” con las palabras de David (Rom. 4:6-8) y concluye que la justificación de Abraham se debió enteramente a la fe, no a las obras.

El pastor David Jang subraya de manera especial este paralelismo entre Romanos y Gálatas, insistiendo en que, si entendemos Gálatas 3, tendremos una comprensión más profunda de Romanos 4–5, y viceversa. Este tema se remonta a la profecía de Habacuc: “El justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4), un hilo conductor que recorre tanto Gálatas (3:11) como Romanos (1:17) y que constituye el eje de la soteriología del Nuevo Testamento.

El hecho de que a los gentiles se les haya otorgado la misma gracia queda claro en la afirmación de Pablo: Abraham llegó a ser “padre de todos los creyentes” (Gál. 3:7; Rom. 4:11-12). Para los judíos, que siempre habían considerado a Abraham solo como padre de su propio pueblo, esto resultaba revolucionario. Pero la lógica del evangelio que Pablo presenta es la siguiente:

  1. Abraham fue justificado por la fe antes de recibir la Ley y la circuncisión.
  2. Por tanto, la Ley y la circuncisión no son condiciones absolutas para ser justificado.
  3. Todo aquel que, como Abraham, sea justificado por la fe, puede acceder a esa misma gracia.
  4. Por consiguiente, también los gentiles que crean en el evangelio de Jesucristo son incorporados como descendientes espirituales de Abraham.

En Gálatas 3:10-12, Pablo llega a decir: “Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición” (cita de Deut. 27:26). Esto se debe a que nadie puede cumplir perfectamente la Ley (Rom. 3:10). Más bien, la Ley saca el pecado a la luz, reforzando la culpabilidad y el juicio. Cuando Pablo dice en 1 Corintios 15:56 que “el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley”, alude a la función de la Ley de revelar el pecado, en lugar de resolverlo. Por eso, quien pretenda justificarse mediante la Ley nunca alcanzará la salvación, sino que quedará bajo maldición.

Sin embargo, Gálatas 3:13-14 proclama el hecho de que Cristo asumió nuestra maldición y nos libertó de la maldición de la Ley. “Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros”. Al morir clavado en la cruz, Jesús tomó sobre sí la maldición establecida en la Ley de “maldito todo el que es colgado en un madero” (Deut. 21:23). De ese modo, nos libró del poder del pecado, de la muerte y de la maldición, y nos permite recibir, por la fe, la promesa del Espíritu Santo. El pastor David Jang resume este punto señalando: “Puesto que Cristo pagó el precio de todo pecado en la cruz, lo único que nos queda es creer ese hecho”. Tras ser justificados, somos guiados por el Espíritu Santo hacia la santificación progresiva.

La enseñanza de Gálatas 3 refuta con contundencia la tendencia legalista que se repite en la iglesia actual, según la cual se cree que “cumplir con cierta norma eclesiástica, tradición ritual, forma de culto o precepto moral específico” es lo que otorga la salvación. Por supuesto, el pastor David Jang y los teólogos ortodoxos no promueven la anulación de la Ley ni el desprecio de la moral. En realidad, el cristianismo exige una ética y un amor más elevados que cualquier otra religión. Lo que se recalca es que estas prácticas no constituyen la condición para la salvación. Cristo ya consumó la salvación, y nosotros, por la gracia, seguimos el evangelio, siendo transformados en personas que hacen el bien con gozo en el Espíritu. Es en un nivel completamente distinto al del legalismo donde se “cumple” y se “realiza” la Ley de manera verdadera.

Así, mediante una argumentación muy lógica y fundamentada en las Escrituras, Pablo refuta de raíz la propuesta de los falsos maestros de que la circuncisión y el cumplimiento de la Ley llevan a la salvación. El argumento central es: “Ni siquiera Abraham fue justificado por la Ley, sino por la fe; cuanto más, también los gentiles, aun sin circuncisión, son salvos por la fe”. Y, en Cristo, somos uno, convirtiéndonos todos en descendientes espirituales de Abraham.


3. La libertad en Cristo, la obra del Espíritu y la aplicación actual

La razón por la que Gálatas es llamado “el evangelio de la libertad” no es que promueva libertinaje al margen de la Ley, sino que anuncia la “libertad del poder del pecado y la muerte”. Al final de Gálatas 3 (y especialmente en 3:23-25), Pablo menciona que “antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la Ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”. La Ley funciona como un “ayo” o “guía” que nos lleva a Dios (Gál. 3:24), haciéndonos conscientes de nuestro pecado, pero sin tener la capacidad de resolverlo definitivamente. Sin embargo, la cruz y la resurrección de Jesucristo han roto ese yugo de la Ley y su maldición, introduciéndonos en la “libertad de la fe”.

De este modo, el mensaje de Pablo, resumido en Gálatas 3, es claro: “No somos salvos por las obras de la Ley, sino por la fe; y hemos recibido el don del Espíritu, cuyo poder y fruto rige ahora nuestra vida”. Esta es la “potencia del evangelio” a la que alude Pablo: el Espíritu sostiene nuestra justificación y nos lleva al siguiente paso, la santificación. En las predicaciones del pastor David Jang se menciona con frecuencia cómo la presencia e influencia del Espíritu en la vida de un creyente transforma tanto la esfera personal como la comunitaria. El sacrificio de Cristo en la cruz abrió de una vez y para siempre el camino de la salvación, y el Espíritu Santo va aplicando esa salvación en nosotros, haciéndola crecer y dar fruto.

La tensión entre los “deseos de la carne” y los “deseos del Espíritu” se explica con más detalle en Gálatas 5, pero ya desde el capítulo 3 se insinúa con la idea de estar “encerrados bajo la Ley”. Nuestra naturaleza humana arrastra una inclinación pecaminosa, por lo que la Ley puede señalar el pecado, pero no destruirlo. En cambio, cuando el Espíritu Santo habita en nosotros, recibimos poder para someter el pecado (Rom. 8). Mientras que la Ley solo dictamina normas externas, el Espíritu renueva nuestro interior y nos conduce a una vida acorde con la justificación que hemos recibido. En este sentido, el pastor David Jang enfatiza: “El creyente que ha experimentado la presencia del Espíritu ya no vive pendiente de reglas y prohibiciones; más bien, goza de la libertad que brinda la gracia y emplea esa libertad con un propósito bueno, para amar y servir al prójimo”.

En síntesis, el mensaje principal de Gálatas 3 se puede resumir en cuatro puntos:

  1. La salvación es un don de Dios que no depende de la Ley, sino que se recibe por fe.
  2. Incluso Abraham fue declarado justo antes de la circuncisión, a causa de su fe.
  3. Gracias a la cruz y la resurrección de Jesucristo, hemos sido liberados de la maldición de la Ley y podemos recibir el don del Espíritu por la fe.
  4. Esta gracia se extiende tanto a los judíos como a los gentiles, y todos llegamos a ser descendientes espirituales de Abraham, formando un solo cuerpo en Cristo.

¿Por qué es tan importante este mensaje? Porque en la práctica de la vida cristiana nos debatimos con frecuencia entre la “Ley” y la “gracia”, incluso después de haber recibido la salvación. Podemos experimentar temores como “si no cumplo adecuadamente esta regla, ¿se invalidará mi salvación?”, o podemos caer en el hábito erróneo de creer que solo mediante nuestro esfuerzo y buenas obras seremos aceptados por Dios. Pero si recordamos Gálatas 3 y la decisión del Concilio de Jerusalén de Hechos 15, nos reafirmamos en las máximas de la soteriología cristiana: “solo por gracia” y “solo por fe”.

El pastor David Jang advierte: “Si la Iglesia cae en el legalismo, el poder liberador del evangelio se debilita, y la comunidad se convierte en un lugar donde unos se juzgan a otros y se persigue una piedad meramente formal”. Y añade: “En cambio, si se sostiene el verdadero evangelio, los creyentes producen los buenos frutos del Espíritu, sirven a los demás y vencen al pecado con una actitud activa y dinámica”. Esta es la esencia del “evangelio de la libertad” que expresa Gálatas 3 como voz del Espíritu para la Iglesia de hoy.

Por tanto, el mensaje que debemos anunciar hoy es este: cualquiera que crea en Cristo crucificado recibe la justificación. Así como Abraham fue justificado por la fe, quienes crean en el evangelio de Cristo también serán justificados y recibirán la presencia interior del Espíritu Santo para vivir una nueva vida. Este es el fundamento de la verdad sencilla y clara: “Nos salvamos por la fe: justificación por la fe”.

Finalmente, el apóstol Pedro nos exhorta: “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pe. 3:15). Para ello, necesitamos comprender con claridad la definición de la fe, el alcance de la Ley, y el poder salvador de la cruz y la resurrección de Cristo que resalta Gálatas 3. Esa verdad es la columna que nos sostiene en la fe y la base que nos capacita para anunciar el mensaje inmutable del evangelio a los que aún no conocen al Señor. Durante décadas de ministerio —a través de sermones, libros y la formación de discípulos— el pastor David Jang ha reiterado que “quien se aferre a este evangelio podrá derribar cualquier barrera y librarse de todo yugo religioso, para experimentar la verdadera libertad”.

Al final, Gálatas 3 nos lanza la siguiente pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley o por el oír con fe?” Y a renglón seguido nos ofrece la respuesta: “Lo recibisteis por la fe, y por la fe sois justificados”. Esa debe ser nuestra confesión y es la verdad que hemos de reflejar en la vida práctica. Gálatas 3 nos exhorta a vivir libres en el evangelio, a crecer en el Espíritu y a permanecer unidos en Cristo. Es la esencia más simple y a la vez la más profunda de nuestra fe.

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