El Sermón de Despedida de Pablo – Pastor David Jang

El mensaje central que el pastor David Jang transmite a través del pasaje de Hechos 20 se basa en la “humildad y las lágrimas” que caracterizan el espíritu pastoral de Pablo mientras recorre su viaje misionero desde Troas, pasando por Asón, hasta Mileto. Este espíritu se pone de manifiesto en cómo, a pesar de incontables dificultades al predicar la Palabra de Dios, Pablo jamás retrocede y permanece fiel hasta el final, sin perder el amor profundo hacia los hermanos. Al exponer este pasaje, el pastor David Jang enfatiza que el camino que Pablo recorrió por la región de Asia Menor no se reduce a un simple desplazamiento geográfico, sino que reviste un profundo significado espiritual. En ese trayecto, Pablo se encontró con personas que recién habían abrazado el evangelio de Jesucristo o con comunidades ya establecidas en la Iglesia, pero todavía frágiles, a quienes demostró con su propia vida su humildad y entrega. Sin embargo, lo más importante de todo es el hecho de que Pablo caminaba “atado por el Espíritu” y tenía muy claro el camino que debía seguir, mostrándose obediente.

Al explicar el trasfondo de Hechos 20, el pastor David Jang señala que Pablo revisita las regiones a las que no pudo acudir durante su segundo viaje misionero, volviendo a fortalecer y aconsejar a las iglesias donde antes había sembrado el evangelio. Pablo deja que sus compañeros de misión partan en barco, mientras él decide recorrer a pie el largo trayecto hasta Asón. Según el pastor David Jang, este momento es muy valioso, pues representa el tiempo de Pablo para encontrarse cara a cara con la creación, pisar la tierra, reflexionar ante el Creador y examinarse a sí mismo. Humanamente hablando, habría sido más rápido y cómodo tomar el barco, pero Pablo recorre esa larga distancia (al menos 40 o 50 km, y mucho más exigente teniendo en cuenta el estado de los caminos de la época) para humillarse aún más ante Dios y renovar su sentido de urgencia por las iglesias ya fundadas y aquellos que aún no conocían el evangelio.

El pasaje que describe el trayecto desde Troas a Asón refleja de modo simbólico la determinación y concentración espiritual de Pablo. A partir de este texto, el pastor David Jang subraya cómo afrontar e interpretar las diversas adversidades que surgen durante la obra misionera o el ministerio eclesial. A veces el siervo de Dios se siente solo y, desde la perspectiva del mundo, puede parecer que no recibe la retribución adecuada por su trabajo. Sin embargo, así como Pablo caminó en silencio la larga distancia movido por su corazón obediente al llamado de Dios, también los obreros del Señor necesitan tiempos de soledad en el camino, orando delante de Dios y examinando su interior. El pastor David Jang valora de modo especial esta “meditación en el camino” y enseña que todo siervo de Dios y creyente, antes de buscar resultados visibles, ha de abandonarse al guía del Espíritu Santo y seguir caminando. Esa es la auténtica peregrinación de la fe.

Tras esto, Pablo se reúne con sus compañeros en Asón y continúa hacia Mitilene, Quío, Samos y finalmente Mileto. El estilo de redacción de Lucas en esta sección de Hechos es muy detallado y preciso. El pastor David Jang alude al hecho de que Lucas, siendo médico, solía ser minucioso en sus registros, y menciona que Lucas emplea la forma “nosotros” para indicar que acompañó a Pablo. Así, subraya que el libro de Hechos no es simplemente una historia abstracta de la fe ni un manual doctrinal, sino un relato histórico y misionero real, anclado en un tiempo y lugar específicos. De ello se desprende lo valioso que es para la Iglesia recordar y dejar testimonio de cada instante significativo. La forma en que una iglesia registra, conmemora y comparte cómo Dios obra día a día en la labor de misioneros, pastores y fieles, acaba convirtiéndose en la historia de la iglesia y, con el tiempo, en un testimonio vivo para las generaciones venideras.

El pastor David Jang explica que Pablo quería llegar cuanto antes a Jerusalén, sin dilación alguna, para no perderse la fiesta de Pentecostés. Pablo respetaba la tradición piadosa de los judíos de observar las fiestas. Sin embargo, más allá de un acto anual o un simple evento, esta fiesta encarnaba la comunión espiritual con la iglesia de Jerusalén y la voluntad sincera de Pablo de participar plenamente en la celebración santa dispuesta por Dios. Para David Jang, esta actitud de Pablo pone en evidencia la enorme importancia de las festividades y el culto en comunidad. Muchas veces, en la Iglesia actual, las fiestas se consideran meras ceremonias o eventos, cuando en realidad ofrecen a los creyentes una oportunidad única de cobrar fuerzas y afianzar la unidad del cuerpo de Cristo. Pablo había decidido no detenerse en Éfeso, sino llegar directamente a Mileto, pero al llegar allí, convoca a los ancianos de la iglesia de Éfeso para dirigirles una última exhortación. Con esto se ve su deseo de tener una conversación más concentrada con los líderes de la iglesia, en lugar de acercarse a la comunidad entera.

La amonestación de Pablo a los ancianos de Éfeso en Mileto constituye un pasaje clave en el libro de Hechos. El pastor David Jang lo denomina “El sermón de Pablo a Éfeso” o “El testamento final de Pablo a los ancianos de Éfeso”, porque en esas breves palabras se condensa la actitud de vida que Pablo demostró mientras ejercía su ministerio allí, la esencia del evangelio que proclamó y los principios que los líderes de la iglesia debían preservar en el futuro. Para el pastor David Jang, este discurso de Pablo es un modelo que los líderes eclesiales y los creyentes de todas las épocas deben meditar de por vida.

Pablo comienza recordando cómo vivió desde el primer día que llegó a Asia, resumiendo todo en “toda humildad y con lágrimas”. El pastor David Jang afirma que estas dos palabras son el modelo primario del servicio en la iglesia. La humildad es la actitud que se adopta ante Dios: no se basa en la vanagloria, ni en el afán de reconocimiento o en la propia ostentación, sino en humillarse constantemente para obedecer la voluntad del Señor. Las lágrimas expresan el amor hacia los hermanos. A primera vista, Pablo parece un hombre fuerte, que aun tras ser apedreado vuelve a la ciudad, pero al mismo tiempo supo compadecerse y llorar con las debilidades de sus hermanos. Según David Jang, mirando la historia de la iglesia se confirma que los verdaderos líderes fueron siempre aquellos que cuidaron de sus ovejas con humildad y lágrimas. Así, el auténtico liderazgo espiritual no se basa en la oratoria carismática ni en la habilidad administrativa, sino en rebajarse ante Dios y saber llorar por amor al pueblo.

Pablo también hace referencia a la “prueba que me vino por las maquinaciones de los judíos”. Esto demuestra que la evangelización y la predicación del evangelio nunca fueron tareas exentas de conflicto. Hubo graves persecuciones, calumnias y hasta amenazas de muerte, pero Pablo las soportó con paciencia. El pastor David Jang, a partir de este ejemplo, expone el significado de la “aflicción y los lazos” que el siervo de Dios no puede eludir. A lo largo de la historia de la Iglesia, siempre han irrumpido pruebas tanto internas como externas, sacudiendo inevitablemente a los misioneros y líderes. Pero los hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo no se rinden ni se desaniman; más bien meditan “en la cruz de Jesucristo” y triunfan con paciencia y fe. Tal como Pablo confiesa en Hechos 20:24, está decidido a cumplir la misión que el Señor le encomendó —anunciar el evangelio de la gracia— sin considerar su propia vida como algo valioso. Según David Jang, esto define la esencia de la misión. Puesto que el evangelio proclama la “gracia de Dios”, entregarlo todo, incluso la propia vida, no resulta un sacrificio demasiado grande, porque se trata de un valor supremo.

El pastor David Jang observa que, cuando Pablo les dice: “Y ahora yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he ido predicando el reino de Dios, verá más mi rostro”, se aprecia la grave determinación y la percepción espiritual que tenía. Pablo es consciente en Mileto de que aquella sería, de hecho, la última vez que vería a los ancianos de Éfeso. Y declara con firmeza que, si alguien se desvía hacia el pecado, no podrán culparlo a él, pues no es su responsabilidad. Esto conecta con la misión del centinela descrita en Ezequiel 33. Dios ordena al centinela tocar la trompeta para advertir al pueblo del peligro. Si el centinela cumple su cometido y el pueblo no se vuelve de su mal camino, la culpa recaerá sobre el pueblo. Pero, si el centinela no toca la trompeta y el pueblo perece, la culpa será del centinela. Así, cuando Pablo, que pasó tres años anunciando infatigablemente el evangelio en Éfeso, exclama que es “limpio de la sangre de todos”, está confesando que ha cumplido su misión de centinela.

El pastor David Jang aplica esta idea de manera especial a pastores y líderes de la iglesia, afirmando que estos, a semejanza de Pablo, deben proclamar la verdad sin ambigüedades. El evangelio puede ser piedra de tropiezo para los judíos y locura para los gentiles, pero no se puede transigir ni embellecer para complacer a los hombres. De la misma forma en que Pablo anunció con valentía “a judíos y a gentiles la necesidad de arrepentirse ante Dios y creer en Jesucristo”, la Iglesia debe conservar inalterada la esencia del evangelio bajo cualquier circunstancia. Y quien reconozca que el evangelio es vida, acudirá a Dios humillándose, arrepentido de sus pecados e injusticias. En esto reside la misión incomparable de la Iglesia: llevar a las personas a esa experiencia transformadora.

A continuación, Pablo exhorta a los ancianos de Éfeso recordándoles: “El Espíritu Santo os ha puesto por obispos” y pidiéndoles que “pastoreen la iglesia de Dios, la cual él ganó por su propia sangre”. Según el pastor David Jang, aquí se pronuncia una definición crucial sobre la naturaleza de la Iglesia: no es un club social al que uno se afilia por afinidad personal o conveniencia, sino la posesión de Dios adquirida con la sangre de Cristo en la cruz. Por ello, los pastores y ancianos —o “supervisores”— han recibido la misión de “velar” por las ovejas. Esto implica permanecer alerta para proteger al rebaño de los lobos feroces y de los falsos maestros. El pastor David Jang recuerda que, tras la partida de Pablo, Éfeso realmente enfrentó la infiltración de corrientes heréticas y subraya que hoy la Iglesia sigue expuesta a múltiples formas de falsas enseñanzas y divisiones. De ahí que insista en la necesidad de obedecer siempre la guía del Espíritu y fundamentarse firmemente en la Palabra de gracia.

Uno de los mayores peligros que acechan en la Iglesia es la irrupción de esos “lobos feroces” desde fuera, pero a veces el riesgo más grave proviene de enseñanzas erróneas o conflictos internos que siembran la confusión en la congregación. Esto fue el desafío permanente de la Iglesia primitiva. El pastor David Jang insiste en que para contrarrestar tal confusión debemos someternos a la guía del Espíritu y sostenernos en la Palabra de gracia. No solo los líderes, sino todos los creyentes, deben recordar incesantemente la esencia del evangelio y poner en práctica la verdad proclamada por Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir”. El ejemplo de Pablo, que se dedicaba a la fabricación de tiendas para costear su ministerio y cubrir las necesidades de quienes lo acompañaban, demuestra que el líder de la Iglesia no debe codiciar ni el dinero ni la fama. Al contrario, ha de vencer sus ambiciones y dedicarse, con todas sus fuerzas, a servir a los más necesitados, pues esa es la naturaleza genuina del servicio cristiano.

Finalmente, el pastor David Jang destaca que todo este mensaje culmina cuando Pablo “se arrodilla para orar junto a ellos”. Esa oración conjunta encierra la comunión afectuosa, hasta las lágrimas, que comparten Pablo y los ancianos. Es un cuadro de profundo amor entre pastor y hermanos, un símbolo de la comunión espiritual de la Iglesia. El pastor David Jang defiende la urgencia de recuperar ese tipo de amor en la Iglesia actual. En una sociedad marcada por el individualismo y la división, si recordamos la esencia de la Iglesia primitiva y el corazón de Cristo, la Iglesia puede volver a ser una comunidad que llora y ora ardientemente los unos por los otros.

Así, el pastor David Jang concluye que los viajes de Pablo y sus últimas palabras en Mileto, así como la conmovedora comunión que comparte con los ancianos, ofrecen una enseñanza muy poderosa para la Iglesia de hoy. Así como la vida de Pablo estuvo llena de humildad, lágrimas, arrepentimiento, fe y testimonio de la gracia de Jesús, también nosotros hemos de recorrer ese camino de fe. Puesto que la Iglesia es la comunidad adquirida “con el precio de la sangre de Dios”, tanto los líderes como los fieles deben humillarse, amarse mutuamente y, a la vez, oponerse con firmeza a toda falsedad que atente contra el evangelio. Este es el legado de la senda de Pablo, legado que, según David Jang, define lo que es la verdadera Iglesia.

El núcleo de la teología pastoral que el pastor David Jang desarrolla basándose en Hechos 20 es la combinación de la “humildad y las lágrimas” con la “total entrega a la predicación del evangelio”, la cual constituye la fuerza más poderosa para sostener a la Iglesia. La humildad es la actitud que el creyente adopta ante Dios, mientras que las lágrimas provienen del amor hacia el prójimo; y cuando ambas se unen, nace el auténtico ministerio del evangelio. El pastor David Jang señala que la iglesia de Éfeso permaneció firme ante todo tipo de crisis cuando se aferró a esos dos elementos, pero se vio sacudida por divisiones, conflictos e incluso la intromisión de doctrinas heréticas cuando los fue perdiendo. Entonces, ¿cómo puede aplicar hoy la Iglesia este pasaje de Hechos y qué rumbo debería tomar?

En primer lugar, el pastor David Jang propone meditar profundamente en la actitud de obediencia al “ser atado por el Espíritu” que demostró Pablo. En Hechos 20:22, Pablo declara: “Y ahora, he aquí que yo, obligado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allá me sucederá”. El hecho de estar “atado en el espíritu” significa someterse con fuerza al impulso del Espíritu Santo. Esto implica que todo plan y acción del siervo o del creyente se fundamenten en la guía del Espíritu. Son muchos los que temen los riesgos y dificultades que acarrea la predicación del evangelio, o anteponen su propia seguridad y comodidad. Pero, cuando uno se entrega a la guía del Espíritu, como hizo Pablo, se fortalece, no retrocede ante el peligro y muestra mayor arrojo y dedicación. El pastor David Jang enfatiza que la Iglesia de hoy debe anhelar ese poderoso influjo y guía del Espíritu. Si se conforma con la estabilidad institucional o la prosperidad económica, pronto caerá en la apatía. La verdadera fuerza de la iglesia primitiva estribaba en esa plena dependencia del Espíritu, consultando siempre a Dios y respondiendo con sensibilidad a su llamado.

En segundo lugar, el pastor David Jang revisa el mensaje de “arrepentimiento y fe” que Pablo proclama. En Hechos 20:21, se subraya que Pablo testificó “tanto a judíos como a griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. Aquí, arrepentimiento y fe forman la estructura central de la evangelización. El arrepentimiento consiste en confesar el pecado ante Dios y reorientar la vida, mientras que la fe significa recibir a Jesucristo como Salvador y obtener, mediante su cruz y resurrección, la vida nueva. Sin embargo, el pastor David Jang advierte que la Iglesia a veces enfatiza la fe prescindiendo del arrepentimiento, o presenta la fe como una mera opinión personal sin fruto alguno. El evangelio que predicaba Pablo siempre señalaba con precisión el pecado y enseñaba que no puede haber verdadera fe sin un genuino arrepentimiento. Esto implica que los líderes de la Iglesia, en su predicación y enseñanza, no pueden omitir el llamado al arrepentimiento por temor a la incomodidad que pueda causar. Para que la Iglesia sea realmente la Iglesia, cada creyente ha de perseverar en la lucha espiritual contra el pecado arraigado en su corazón, experimentando en ese proceso la gracia de Jesucristo y edificando así una fe sólida.

En tercer lugar, el pastor David Jang enfatiza, a la luz de la instrucción de Pablo a los ancianos de Éfeso —“El Espíritu Santo os ha puesto por obispos”— el rol que hoy deben desempeñar los líderes de la Iglesia. El obispo (anciano o pastor) es quien cuida a la comunidad cristiana y a sus ovejas. Este cuidado no se limita a la administración o a la dirección del culto, sino que conlleva protegerlas de los lobos feroces y de las palabras torcidas que amenazan a la congregación. El pastor David Jang advierte que todo aquel que aspira a ser líder debe examinarse con rigor ante la Palabra de Dios, reconociendo con temor que no son sus ovejas, sino las ovejas del Señor. A la Iglesia le resultará fácil fijarse metas de crecimiento organizativo, numérico o financiero, pero el verdadero crecimiento, según las enseñanzas de Pablo, radica en la madurez de los creyentes, que se aferran con firmeza a la Palabra de Dios. Si el líder sucumbe a la tentación del prestigio mundano y descuida el cuidado espiritual de la comunidad, pronto surgirán intrigas internas y divisiones. Pablo llega a advertir que “aun de entre vosotros se levantarán algunos que, hablando cosas perversas, arrastrarán tras sí a los discípulos”. Cuando el líder desvía su atención, pueden aparecer figuras con aires de gurú o personas que intenten conducir a los miembros por senderos equivocados. Por consiguiente, el líder ha de permanecer alerta, resguardando las verdades bíblicas que la Iglesia debe sostener.

En cuarto lugar, el pastor David Jang se detiene en el momento en que Pablo se define como “centinela” y declara que la sangre de nadie caerá sobre él, para plantear la cuestión de la responsabilidad de la Iglesia hacia el mundo. La Iglesia debe ocupar el lugar de atalaya. No se trata de un grupo que simplemente se refugia en su propia comodidad espiritual, sino de un vigía que hace sonar la trompeta para advertir y anunciar el evangelio al mundo. Si la Iglesia guarda silencio y se desentiende mientras el mundo se hunde en el pecado, Dios pedirá cuentas a la Iglesia. Pablo asegura que está libre de la sangre de los demás porque no ha dejado de proclamar todo lo que tenía que proclamar, señalando el pecado y llamando al arrepentimiento. El pastor David Jang insta a la Iglesia contemporánea a seguir este ejemplo de Pablo y a sostener los valores de la vida que defiende el evangelio. Aun frente al rechazo y la burla, no debe dejar de clamar la verdad y tender la mano para que el mundo regrese a la gracia de Cristo.

En quinto lugar, el pastor David Jang resalta la afirmación de Pablo: “Ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie he codiciado”, señalando la importancia de la visión sobre lo material y la virtud de la sencillez en el líder de la Iglesia. Hoy día, la Iglesia se enfrenta a múltiples presiones económicas y tentaciones mundanas. Pablo, al levantar iglesias, trabajaba con sus propias manos para sustentarse, llegando a ayudar incluso a sus acompañantes. Esto era atípico en su época: los rabinos judíos recibían ayuda de sus discípulos y los filósofos griegos solían ser patrocinados. Pero Pablo prefería ganar su sustento para, de ese modo, ejemplificar el mandato de Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”. El pastor David Jang advierte que la Iglesia puede sucumbir fácilmente a la lógica de la ganancia y que, si el líder se deja seducir por la abundancia material hasta llegar a perjudicar a la congregación, se pierde de inmediato la fuerza espiritual de la Iglesia y surgen críticas. Por eso se requiere la actitud de Pablo, de contentarse con lo esencial y manejar los recursos con honestidad, priorizando la misión, la ayuda a los necesitados y la obra de Dios por encima de cualquier interés personal.

En definitiva, toda esta exhortación culmina con la comunión en el amor. Pablo y los ancianos de Éfeso se arrodillan juntos para orar, lloran abrazados y lo acompañan hasta el barco. En esa escena se plasma la intensa comunión entre el pastor y la congregación, lazos entrañables que caracterizan una verdadera comunidad de fe. El pastor David Jang subraya que, cuando la Iglesia recobra tal amor y oración fervientes, puede resplandecer ante el mundo como testigo del evangelio. Los ancianos se duelen pensando que no volverán a ver el rostro de Pablo, pero al mismo tiempo su llanto da prueba de su amor inquebrantable. Esto es justamente la Iglesia: una comunidad unida por un profundo afecto espiritual y el corazón de Cristo. El pastor David Jang concluye que, aunque la senda misionera sea solitaria, nunca se está totalmente solo, pues existen compañeros de camino que comparten las lágrimas, y el Señor lo observa todo.

La travesía de Pablo y sus advertencias son perfectamente vigentes hoy. Para que la Iglesia no pierda su fulgor, ha de perseverar en la humildad y las lágrimas, el arrepentimiento y la fe, y en esa obediencia que procede de estar “atados por el Espíritu”. El pastor David Jang se refiere a estos elementos como el ADN esencial de la Iglesia. Por grande que sea la congregación y numeroso su pueblo, si se olvida este ADN, solo queda una fachada vacía. Por el contrario, una iglesia pequeña, pero fiel a este principio, manifestará con poder la realidad del Reino de Dios. Por eso, los creyentes de este tiempo han de asimilar no solo mentalmente, sino también con el corazón, el episodio de Mileto. Para quienes nunca han vivido esa experiencia de llorar con la comunidad eclesial, quizá resulte extraño pensar en Pablo y los ancianos que se abrazan y lloran mientras oran. Sin embargo, esta escena es la seña de identidad del amor que imperaba en la Iglesia primitiva, y al recuperarlo, la Iglesia puede reactivarse como la comunidad viva de Dios en medio de la sociedad.

El pastor David Jang, al enseñar sobre Hechos 20, ofrece una reflexión de gran alcance acerca del futuro y la orientación de la Iglesia. En la historia de Pablo, desde su viaje hasta su discurso de despedida, se encuentra plasmado en su totalidad el legado de fe que la Iglesia debe guardar. Para él, el libro de los Hechos no es simplemente un documento antiguo que describe los inicios de la Iglesia, sino un “libro abierto” que la Iglesia de hoy tiene que seguir escribiendo. El relato de Hechos no concluye realmente en el capítulo 28; la Iglesia contemporánea es la protagonista que continúa proclamando el evangelio y extendiendo el Reino de Dios. ¿Qué prácticas concretas podemos adoptar, entonces, basándonos en este pasaje donde Pablo se dirige a los ancianos de Éfeso?

En primer lugar, el pastor David Jang enfatiza que la Iglesia ha de permanecer “centrada en la Palabra”. Pablo dijo: “No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”. La Palabra no es un simple recurso para consolar ni un medio para imponer autoridad y exigir sumisión; es el poder que restaura el alma, edifica la Iglesia y rompe con el pecado y la injusticia. Por tanto, tanto los líderes como los miembros deben confrontarse cada día con la Palabra, discernir la voluntad de Dios y esforzarse por aplicarla a su vida. Si la Iglesia se muestra más sensible a la sabiduría y tendencias del mundo que a la Palabra, pronto será sacudida por los “lobos feroces” y las “palabras retorcidas” que Pablo anuncia en Hechos 20. De ahí que el pastor David Jang recalque la necesidad de forjar una disciplina de fe que dé prioridad a la Palabra y la convierta en tradición viva en la Iglesia.

En segundo lugar, advierte contra la complacencia cuando se alcanza cierto grado de organización o liderazgo. Éfeso era una iglesia en la que Pablo había invertido tres años de gran dedicación, y donde habían sido instituidos ancianos formados por él mismo, quienes probablemente contaban con buena preparación y capacidad de gestión. No obstante, Pablo lanza una seria advertencia: “Sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”. Incluso una iglesia bien cimentada puede venirse abajo si deja de velar. El pastor David Jang destaca, por tanto, que la Iglesia debe orar sin cesar, examinarse a sí misma y no caer en la autoconfianza espiritual. Aunque la congregación posea diversos programas, servicios y actividades en los que se desenvuelva con facilidad, nada de eso garantiza su protección. Solo la espiritualidad que se postra ante Dios en oración sirve de escudo para la Iglesia.

En tercer lugar, el pastor David Jang invita a revalidar la “esencia del evangelio” conforme a la perspectiva de Pablo. El evangelio, en palabras de Pablo, es “el evangelio de la gracia de Dios”. No es un mensaje que oprima al hombre con el yugo de la ley, ni un discurso refinado que intente acomodarse a la cultura pluralista del mundo. Su esencia consiste en que el hombre, arrepintiéndose del pecado y creyendo en Jesucristo, reciba salvación y una vida nueva. El pastor David Jang insiste en que solo este evangelio hace que la Iglesia sea verdaderamente Iglesia, transforma a las personas y renueva el mundo. El problema surge cuando, al evangelio, se le añaden tradiciones, interpretaciones o costumbres culturales propias, presentándolas como “también evangelio”. En ese punto, la Iglesia se divide y cae en confusión. Ya la Iglesia primitiva enfrentó una fuerte tensión entre judíos y gentiles a raíz de la ley, pero al final perseveró en la unidad al confirmar el principio de que “somos salvos por gracia”. Hoy, la Iglesia debe igualmente permanecer firme en la esencia del evangelio, apoyándose en la Palabra y en el Espíritu Santo para no desviarse.

En cuarto lugar, el pastor David Jang señala la importancia de que la Iglesia demuestre, a través del servicio, que “más bienaventurado es dar que recibir”. Cuanto más prevalezcan la competencia y el egoísmo en la sociedad, más la Iglesia debe manifestar, por contraste, el amor de Dios mediante la entrega y la generosidad. El hecho de que Pablo se dedicara al oficio de fabricar tiendas para sostener su ministerio y el de sus compañeros es un reto para los líderes de hoy, instándolos a no ambicionar lo material. El pastor David Jang no dice que todos los pastores deban necesariamente vivir de forma completamente autosuficiente, pero sí subraya la necesidad de que, en lo más profundo de su corazón, revisen si se complacen en dar más que en recibir. También al administrar los recursos de la iglesia, hay que prestar atención a si efectivamente se está priorizando la obra misionera y el cuidado de los miembros. Si la iglesia trata los temas económicos bajo una perspectiva mundana, pronto llegará el momento en que los “lobos feroces” y los “discursos retorcidos” la arrastren para sacar provecho. De ahí la necesidad de gestionar el dinero con transparencia y rectitud, y de que los líderes sean capaces de mostrar con su propio trabajo y esfuerzo el modelo de Pablo.

En quinto lugar, hay que reavivar la oración ferviente y el amor dentro de la Iglesia. La escena de Pablo y los ancianos de Éfeso, que se arrodillan a orar y lloran juntos, abrazándose en su despedida, colorea todo el capítulo 20 de Hechos con un matiz sublime. El pastor David Jang afirma que, para que la Iglesia reviva, se necesita esa comunión sincera y ese amor mutuo entre predicador y oyentes, entre pastor y fieles. En la Iglesia de hoy predominan la masificación y la proliferación de actividades y eventos, pero a menudo se resiente la comunión genuina entre los creyentes. Cuanto más grande la congregación, mayor el riesgo de que desaparezca ese espíritu de intimidad y amor ardiente. Sin embargo, la Iglesia primitiva se reunía a menudo en casas, compartía las comidas, oraba y lloraba juntos, conociendo cada situación concreta. La relación entre Pablo y la comunidad de Éfeso nace precisamente de ese amor, razón por la cual lloraron amargamente al saber que no volverían a verlo. Sus lágrimas no expresaban únicamente sentimientos personales, sino el lazo espiritual tejido por el evangelio. David Jang subraya que, para que la Iglesia realmente salga al mundo con el evangelio, primero debe cultivarse esta experiencia de amor y lágrimas en el seno de la comunidad. Una congregación cuyos miembros sean indiferentes entre sí no podrá ejercer jamás un ministerio práctico de evangelización. Más bien el mundo se burlará, considerando que las palabras de la Iglesia no son sinceras.

En síntesis, el pastor David Jang afirma que este encuentro de Pablo con los ancianos de Mileto, descrito en Hechos 20:13-38, representa la exhortación más decisiva sobre cómo la Iglesia debe reafirmar su esencia. Pablo encarna, a lo largo de su extenso viaje misionero, la proclamación valiente del evangelio sin reservas, el espíritu pastoral marcado por la humildad y las lágrimas, la obediencia a la dirección del Espíritu, además de la responsabilidad del centinela. Y ordena a los líderes de Éfeso que se mantengan alertas frente a los falsos maestros y velen por el rebaño, insistiendo en “la Palabra de la gracia de Dios”. Esto no era solamente un desafío para la iglesia de Éfeso del siglo I. Sigue siendo la hoja de ruta que la Iglesia del siglo XXI debe seguir y redescubrir.

El pastor David Jang recuerda repetidamente que el libro de Hechos es un “libro que debe continuar escribiéndose”, invitando a pensar en la Iglesia como el capítulo 29 o 30 de Hechos. Esta expresión significa que la fe y la comunión que distinguieron a la Iglesia primitiva han de prolongarse en nuestros días, y que la Iglesia de hoy, asentada sobre la base de la misión y del evangelio, debe seguir creando historia. Para ello, se requiere rescatar los principios que practicó Pablo: amor y entrega, arrepentimiento y fe, obediencia y vigilancia, generosidad y oración. Si la Iglesia pierde estos fundamentos, podrá alcanzar un gran tamaño exterior, pero le faltará corazón y acabará siendo un cascarón vacío.

Por último, el pastor David Jang exhorta a todos los fieles y pastores que aman este pasaje a recrear en la actualidad aquella escena de Pablo y los ancianos postrados en oración y en lágrimas. Allí, la Iglesia reconoce a profundidad la obra redentora de Dios y se percata de que es una comunidad preciosa, “adquirida con la sangre de Dios”. Esa conciencia renueva a la Iglesia, capacitándola para ser “luz y sal” en el mundo. Este es el mensaje esencial que el pastor David Jang quiere transmitir, a la luz de Hechos 20, a toda comunidad de fe de nuestros días: la Iglesia nunca debe perder su humildad y sus lágrimas, jamás debe dejar que se apague su fervor por el evangelio y, sobre todo, debe orar y edificarse mutuamente bajo la guía del Espíritu Santo. El “último sermón” de Pablo en Mileto y la oración entre lágrimas con los ancianos no son meros recuerdos del siglo I; todavía hoy renuevan la fe y guían a la Iglesia como una voz viva. El pastor David Jang cree que, cuantos más oídos atiendan a esa voz, más la Iglesia se renovará y preparará el camino para el regreso del Señor.

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