David Jang – El voto de Jefté

1. La enseñanza de Jesús sobre los juramentos y su comparación con la Ley

El pastor David Jang subraya cuán profunda y rigurosa es la “antítesis” (Antithese) de Jesús con respecto a la Ley, basándose en la enseñanza de Mateo 5:33-37. En este pasaje, Jesús declara: “También habéis oído que se dijo a los antiguos: ‘No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos’. Pero yo os digo: No juréis en absoluto…” (Mt 5:33-34). Esto representa un estándar más elevado que el de la Ley del Antiguo Testamento, la cual mandaba que, si alguien juraba en el nombre de Dios, no hiciera un juramento vano y lo cumpliera sin falta.

En aquella época, los judíos manifestaban un gran celo por observar la Ley, y el acto de “jurar” se consideraba un procedimiento muy serio de altísimo valor moral. Por ejemplo, decir “Juro por Jehová” implicaba que uno no podía mentir de ninguna manera. Sin embargo, con el tiempo, la gente comenzó a abusar del juramento para reforzar su propia posición en diversas circunstancias, degradando así la seriedad y lo sagrado del acto de jurar. Fue entonces cuando Jesús enseñó: “No juréis en absoluto”. En otras palabras: “El uso irresponsable del juramento debilita los cimientos de la comunidad; por lo tanto, es mejor no jurar. Que vuestro ‘sí’ sea ‘sí’, y vuestro ‘no’ sea ‘no’; porque lo que va más allá de esto, procede del mal” (Mt 5:37).

El pastor David Jang explica que esta enseñanza de Jesús no desecha la importancia de cumplir con los votos —“no perjurar y, si se juró, cumplirlo”—, sino que la enfatiza aún más. Si la Ley hablaba de la solemnidad del juramento, Jesús advierte que no debemos decidir el contenido de un juramento sin reflexionar y que, si uno se ha comprometido con un voto, debe cumplirlo incluso si le cuesta la vida. Especialmente, la advertencia de no jurar “ni por el cielo, ni por la tierra, ni por Jerusalén, ni siquiera por tu cabeza” nos recuerda que el objeto del juramento pertenece al ámbito de Dios. El ser humano, que ni siquiera puede cambiar a su antojo el color de un solo cabello, no tiene derecho a proclamar juramentos sobre realidades que exceden su propia capacidad.

Esta “contrapropuesta” de Jesús no solo exige cumplir externamente con los Diez Mandamientos, sino también guardar su espíritu y motivación interna. Tal como el último mandamiento del Decálogo (“No codiciarás los bienes de tu prójimo”) atañe al pecado que se gesta en el corazón, Jesús eleva aún más el nivel de la Ley al señalar que el pecado ya se comete en el interior. Por ejemplo, con respecto al mandamiento “No cometerás adulterio”, Jesús afirma que, si un hombre mira a una mujer con lujuria en su corazón, ya cometió adulterio con ella. Del mismo modo, el juramento debe honrarse desde nuestro interior y, si se ha pronunciado, se convierte en un compromiso absoluto que no puede quebrantarse.

Hoy en día, el mismo principio se aplica a los cristianos. El pastor David Jang destaca que todos los compromisos y promesas, tanto dentro como fuera de la iglesia, y en particular los votos ante Dios, se fundamentan en la “sangre del pacto”. Por eso, no se deben revocar a la ligera. A lo largo de toda la Biblia, encontramos varios ejemplos de personas que usaron mal el juramento o no lo tuvieron en alta estima y, como consecuencia, ocasionaron daño a sí mismas y a la comunidad. Por ello, resulta muy sabio “no hacer votos que no podamos cumplir” y, si ya los hemos hecho, debemos recordar la enseñanza de Jesús de cumplirlos “cueste lo que cueste”.

Jesús enseñó la llamada “Regla de Oro” y nos exige un elevado estándar moral. Así como aprendemos en la iglesia: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacedlo también vosotros a ellos” (Mt 7:12). Este principio también se aplica cuando hacemos promesas y pactos. El pastor David Jang señala: “Si, como creyentes, juramos y luego no cumplimos, la confianza en la comunidad se derrumba y, además, nuestra relación con Dios se ve afectada”. Por ello, nuestras decisiones, promesas y juramentos deben hacerse con cautela, y si ya hemos tomado una determinación, la fidelidad bíblica nos insta a cumplirla incluso con nuestra vida.

En el ámbito de la comunidad cristiana, a menudo tomamos decisiones de consagración, organizamos servicios de voluntariado, planeamos evangelismo y misiones o hacemos promesas de ofrendar bienes y recursos. Al respecto, el pastor David Jang subraya algo importante para los creyentes: “Cuando se abusa de los juramentos, la fidelidad al pacto se erosiona. Así que es mejor no jurar con ligereza. Pero si ya se ha hecho un voto, hay que cumplirlo incluso a costa de la vida”. Este principio se aplica por igual en el liderazgo de la iglesia, en la familia y en la sociedad. Cuando comprendemos que cada promesa, por pequeña que sea, se hace ante Dios, ese compromiso se convierte en cimiento firme para la comunidad y en base para transmitir íntegramente la herencia de la fe a la siguiente generación.

2. El voto de Jefté, la seriedad del juramento y nuestra decisión

Para ilustrar cuán serio es un juramento, el pastor David Jang recurre al ejemplo paradigmático del Antiguo Testamento en Jueces 11: el voto de Jefté. Antes de enfrentarse en una dura batalla contra los amonitas, Jefté prometió a Dios: “Si me concedes la victoria en esta guerra y regreso triunfante, ofreceré en holocausto a quien primero salga de mi casa para recibirme”. En la antigüedad, perder en una guerra podía significar que todo el pueblo fuera llevado cautivo como esclavo. De modo que, para salvar a Israel, Jefté se consagró con un voto que ponía en juego su propia vida ante Dios.

La guerra terminó con la victoria de Israel, y Jefté regresó a su casa con la buena noticia. Sin embargo, quien salió primero a recibirlo con danzas y panderos fue su única hija. Al verla, Jefté rasgó sus vestiduras con gran dolor y exclamó: “Le hice un voto a Jehová, y no puedo retractarme” (Jue 11:35). Su hija respondió: “Padre, si has pronunciado esas palabras delante de Jehová, cúmplelas conmigo, porque Jehová te ha dado la victoria ante tus enemigos y has librado a tu pueblo. Yo me someto al voto”.

El pastor David Jang indica que esta escena en el Antiguo Testamento es al mismo tiempo muy dolorosa y tremendamente sagrada. La hija de Jefté, pese a su sacrificio personal, aceptó someterse al voto que su padre había hecho ante Dios. Por eso, las doncellas de Israel establecieron cada año unos días de lamento en memoria de la hija de Jefté, para honrar su sacrificio (Jue 11:39-40).

En la actualidad, al leer esta historia, puede que surjan dudas como: “¿No debería haber sido más prudente Jefté antes de hacer su voto?” o “¿Por qué Dios no proveyó una salida para evitar el sacrificio de la hija?”. Pero el pastor David Jang señala que el enfoque principal de este relato no es la “crueldad” de tener que sacrificar a la hija, sino la fe “urgente y apasionada” de Jefté y su hija de no incumplir el voto hecho a Dios. La batalla de entonces definía el destino del pueblo de Israel, y Jefté, en un acto de desesperación, consagró todo lo que tenía ante Dios. El cumplimiento de aquel voto implicó el sacrificio de su hija. Jefté quedó para siempre con un profundo dolor en su corazón, mientras que su hija, por su parte, consagró su vida entera a Dios.

El pastor David Jang afirma que la lección clave de esta historia es clara: “Un juramento no se hace a la ligera, y si se hace con sinceridad, debemos estar dispuestos a afrontarlo con nuestra propia vida”. Este es también el sentido de las palabras de Jesús en Mateo 5, cuando dice: “No juréis en absoluto. Pero si habéis jurado, cumplidlo”. Ya sea en la comunidad de la iglesia o en la vida individual de fe, todo lo que se prometa ante Dios debe cumplirse sin falta. De lo contrario, la “fidelidad al pacto” se corrompe, y eso puede colapsar la comunidad, la familia e incluso la vida de uno.

En la Biblia encontramos otro incidente que contrasta con esta historia. En Hechos 12, Dios envía a un ángel para librar a Pedro de la cárcel. Paradójicamente, los guardias que custodiaban a Pedro fueron ejecutados por Herodes, acusados de negligencia (Hch 12:19). Al leer este pasaje, también sentimos congoja. Para Pedro fue un hecho milagroso de liberación, pero para los guardias significó una muerte injusta. El pastor David Jang sostiene que cuando intentamos juzgar la obra de la redención divina únicamente con criterios humanos de “bien, mal y justicia”, nos enfrentamos a numerosas contradicciones. Sin embargo, lo realmente trascendental es entender que en los grandes planes y propósitos de Dios existe un misterio que sobrepasa nuestra visión limitada.

La historia del voto de Jefté y la del carcelero en Hechos muestran, por un lado, la diversidad de formas en que opera la salvación de Dios y, por otro lado, la seriedad y el profundo significado del sufrimiento y el sacrificio humanos que pueden ocurrir en ese proceso. El pastor David Jang plantea que debemos hacernos esta pregunta: “¿Hay votos o promesas que hemos hecho ante Dios y que no estamos cumpliendo con total responsabilidad?”. La comunidad cristiana ha de ser un lugar donde la gente se comprometa con sinceridad y cumpla con fidelidad toda promesa hecha a Dios. De lo contrario, la comunidad se derrumba y termina trivializando el acto de jurar.

Por lo tanto, la enseñanza de Jesús de “No juréis en absoluto” no implica la “prohibición absoluta del juramento”. Más bien es una advertencia contra “hacer o abusar de votos innecesarios” y una llamada a que, “si ya hicimos un voto, hemos de cumplirlo a costa de nuestra propia vida”. El pastor David Jang sugiere aplicar esta verdad hoy en la iglesia y en la vida de los creyentes de la siguiente manera: Primero, si surge la necesidad de hacer un compromiso serio o un juramento en la comunidad de fe, tomemos la decisión tras orar y con gran prudencia. Segundo, si ya hemos hecho un juramento, debemos hacer todo lo posible por cumplirlo, sin importar el costo. Tercero, es mejor no prometer nada si de antemano sabemos que no podremos cumplirlo, pues así protegemos nuestra alma y evitamos causar daño a la comunidad. Por último, cuando alguien en el pueblo de Dios cumple con honestidad un voto ante el Señor y enfrenta sacrificios o dificultades, la comunidad debe unirse en oración y compasión.

El juramento, al fin y al cabo, es una responsabilidad compartida entre Dios, la persona y la comunidad. El relato de Jefté y su hija es un caso extremo que muestra que un voto no puede tomarse a la ligera. Incluso la promesa más pequeña, si se hace ante Dios, no es un asunto trivial. Tiene un impacto profundo tanto en la santidad personal como en la madurez de la comunidad. Por ello, el pastor David Jang enfatiza que debemos adoptar una “actitud espiritual firme” de no menospreciar fácilmente los compromisos que hemos hecho ante Dios. En épocas en que la iglesia se prepara para cerrar el año o para iniciar uno nuevo, conviene revisar si hay votos que hemos descuidado y, si es así, arrepentirnos y cumplirlos pronto.

Tal como dice Jesús (Mt 5:37), el creyente debe decir con claridad “sí” cuando es sí, y “no” cuando es no, sin ambigüedades. La ética cristiana se sitúa en un estándar más elevado que el del mundo, y cada resolución que brota del corazón debe sostenerse con honestidad hasta el fin. El pastor David Jang llama a esto “la pureza de la fe” y afirma que esta es la base para ser “la sal y la luz” en el mundo.

Cuando se cumplen los juramentos, se construye una confianza comunitaria que es uno de los pilares del Reino de Dios, formado por los redimidos. El voto de Jefté es un ejemplo extremo que nos recuerda la gravedad de los compromisos ante Dios. Por eso hemos de ser cuidadosos al hacer un juramento y, si ya está hecho, hemos de cumplirlo aunque ello requiera un alto precio. Este es el mensaje central del pastor David Jang: es la forma de salvar tanto a la iglesia como a nuestro prójimo y a nosotros mismos. A ello se vincula la Regla de Oro de Jesús. “¿Cómo debemos tratar a los demás?” En esencia, con sinceridad mutua y respaldando esa sinceridad con el cumplimiento de nuestros compromisos.

Por último, el pastor David Jang nos exhorta a que nuestra fe no se limite a palabras o conocimientos, sino que encarne la verdad en todo pacto que hagamos con Dios, con sinceridad y constancia. Aunque a veces sea un proceso lento o implique sacrificio, el creyente no debe renunciar a la senda que ha de recorrer. La decisión dolorosa de Jefté y de su hija nos recuerda que “el peso de un juramento es el peso de la vida misma”. El mandato de Jesús, “No juréis en absoluto”, implica que un juramento no es algo para tomarse a la ligera, sino una advertencia solemne. Y al mismo tiempo, es un desafío: reconocer que, como humanos, somos incapaces de cumplir por nuestras propias fuerzas, y debemos confiar siempre en Dios. Al apoyarnos en Él, recibimos fortaleza y sabiduría para cumplir nuestros compromisos, y bajo ese pacto somos santificados.

La enseñanza sobre el juramento es parte esencial de la ética del pueblo de Dios, así como de la responsabilidad conjunta de la comunidad y la identidad cristiana. El pastor David Jang resalta que debemos “evitar hacer votos vanos y, si ya hemos jurado, cumplir nuestro voto con la vida misma”. Cuando se observa este principio, la iglesia puede desempeñar la función de “sal y luz” del Reino de Dios en el mundo, ejerciendo una influencia santa en la sociedad. Y nuestra fidelidad en cumplir los votos se convierte en una verdadera ofrenda de adoración, tanto en el culto como en la vida diaria.

www.davidjang.org

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