
1. El significado del pan de cada día y la enseñanza del pastor David Jang
La oración que comúnmente llamamos “El Padrenuestro” aparece en Mateo 6:9-13. Dentro de ella, la petición “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mt 6:11) es un versículo valioso que todos los cristianos repiten con frecuencia. Sin embargo, sucede a menudo que muchos creyentes se limitan a recitar estas palabras de memoria, sin profundizar verdaderamente en su significado en la vida diaria. Al respecto, el pastor David Jang enfatiza en diversas conferencias y sermones que “cuando Dios nos ordenó orar pidiendo realmente el pan, debemos reflexionar con profundidad qué representa ese pan”. Es decir, el “pan de cada día” incluye la dimensión material necesaria para nuestra subsistencia, pero también abarca un sentido espiritual más profundo y el anhelo del reino de los cielos.
Mucha gente, cuando habla de “pan de cada día”, también evoca el alimento espiritual. Por supuesto, la Palabra y la gracia espirituales son absolutamente importantes, pero en la parte del Padrenuestro donde Jesús enseña “danos hoy nuestro pan de cada día”, inicialmente se refiere a un plano muy concreto: el sustento diario que necesitamos para vivir. El pastor David Jang señala: “Si solo enfatizamos el ‘alimento espiritual’ y descuidamos las necesidades reales de sustento, perdemos el equilibrio de la oración que Jesús enseñó”. Y es que Jesús mismo dijo en Mateo 4:4: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, pero también en la oración de Mateo 6 dejó claro: “Pedid lo que necesitáis para subsistir”. En esta maravillosa armonía, debemos aceptar ambas verdades a la vez: la Palabra de Dios es el principio espiritual fundamental de la vida humana, y a la vez el pan (o sustento material) de cada día es una parte esencial que hemos de pedir a Dios.
¿Por qué, entonces, es tan urgente orar pidiendo el pan de cada día? El pastor David Jang pone la atención en Deuteronomio 8:3: “…para hacerte saber que no solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que procede de la boca del Señor”. Este versículo explica el propósito por el que Dios proveyó el maná en el desierto: a través de la provisión de ese alimento mínimo, el pueblo de Dios comprendió que Él es quien resuelve verdaderamente el hambre. Pero, al mismo tiempo, el maná no lo era todo; había que reconocer de dónde provenía y vivir conforme a la Palabra de Dios que lo sustentaba. Según el pastor David Jang, “Sin el maná, los israelitas habrían muerto de hambre en el desierto, pero si solo hubieran tenido el maná sin la Palabra de Dios, habrían perdido el propósito y la identidad de su travesía por el desierto”. En definitiva, el pan es necesario, pero debemos entender que no se trata solo de una abundancia material, sino de un regalo vivo que Dios nos concede. Por ello, en el Padrenuestro, la frase “Danos hoy nuestro pan de cada día” nos enseña, por un lado, a encomendar a Dios nuestras necesidades económicas diarias, y por otro, a no olvidar que es Dios el dueño y el proveedor de ese sustento.
En este punto, el pastor David Jang suele equiparar “el pan” con “el dinero”. En la sociedad moderna, el pan es un símbolo; en realidad, es posible que lo que más se acerque a la forma de pan en nuestra vida cotidiana sea el dinero. Así, cuando oramos “Danos hoy nuestro pan de cada día”, también decimos “Concédenos los recursos económicos y materiales que necesitamos para vivir cada día”. Entonces surge la pregunta: “¿Cuánto dinero hemos de ganar?” o “¿Cuánto sería suficiente?”. El límite de esas demandas puede variar de una persona a otra, pero la intención de la oración que Jesús plantea es: “Pide con confianza lo suficiente para tu sustento diario e incluso para servir a quienes te rodean”. El pastor David Jang subraya que lo importante no es la cantidad de bienes que tengamos, sino la motivación que nos impulsa: no pedimos para saciar nuestra codicia o lujos, sino para avanzar el reino de Dios y para practicar el amor.
Si miramos más ampliamente el Padrenuestro, vemos que empieza con dos grandes premisas: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. El pastor David Jang explica que “estas dos premisas marcan la dirección de todo el Padrenuestro”. La santificación del nombre de Dios y la venida del reino de Dios revelan el propósito de nuestra vida, ya que el ser humano fue creado a imagen de Dios para ofrecer su vida a la realización de Su reino. En ese sentido, la palabra de Jesús: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia”, es un mandato absolutamente esencial. Al cumplir ese mandato, pedimos “el pan de hoy”. El pastor David Jang lo llama “el principio divino de la prioridad”: primero está el reino de Dios y después vienen los recursos materiales. Sin embargo, estos no deben ser ignorados, sino que debemos pedirlos con valentía y, a la vez, emplearlos activamente en el servicio al reino de Dios.
En esta línea, el mensaje central que podemos evocar es el de Deuteronomio 8:3: aunque el pan no lo sea todo, solo si Dios nos da el pan podemos disfrutarlo. Es decir, no debemos restarle importancia ni al pan ni al dinero, reconociendo que son necesarios, pero cuidando de que no se conviertan en nuestra meta ni en nuestro todo. El pastor David Jang hace hincapié en cómo respondió Jesús a la tentación en el desierto (Mt 4:1-11), cuando el diablo le dijo: “Di que estas piedras se conviertan en pan”. Jesús no negó la importancia del pan en sí, pero citó las Escrituras: “No solo de pan vivirá el hombre”, declarando que la Palabra de Dios está por encima del pan. Esa es la actitud ideal del creyente: pedir el pan diario, pero no permitir que este ocupe un lugar superior a Dios.
Así, la oración “Danos hoy nuestro pan de cada día” es una petición profundamente realista y, a la vez, cargada de significado espiritual para el creyente. Por un lado, como un niño dice con naturalidad a su padre “Tengo hambre, dame de comer”, así nosotros oramos: “Señor, tengo hambre, dame lo necesario”. Por otro lado, es también una confesión de fe que reconoce que ese pan viene de Dios. El pastor David Jang, al referirse a la parábola que aparece en Lucas 11 sobre el amigo que acude en la medianoche a pedir pan, explica que este pasaje ilustra la actitud básica de la oración del pan de cada día. Concretamente, en Lucas 11:5 y siguientes, se menciona a alguien que recibe a un huésped inesperado durante la noche y, para atenderlo, va con urgencia a pedir tres panes a su amigo. El hecho de acudir a altas horas de la noche podría considerarse una descortesía, pero la desesperación de quien toca la puerta y la solidaridad de quien posee el pan se convierten en la clave de la historia. La conclusión es que, cuando se encuentran la urgencia y el amor, aquel que tiene el pan no tiene más remedio que abrir la puerta y compartirlo.
Según el pastor David Jang, esta escena describe muy bien lo que es “una oración ferviente”. Así como ese hombre va de noche y llama a la puerta gritando “¡Amigo, amigo, dame tres panes!”, nosotros debemos presentarnos ante Dios y pedir con la misma pasión: “Señor, dame hoy lo que necesito. No solo para mí, sino para ayudar a los que me rodean y sufren necesidades aún mayores”. Lo esencial es que la frase “tres panes” tiene un simbolismo particular. No se está pidiendo pan para llenar el propio estómago, sino para compartir con los que pasan necesidad. Ese es el significado profundo de la oración por el pan de cada día: no es una simple súplica por nuestro bien individual, sino una oración de amor que abarca la carencia de otros.
Luego, en Lucas 11:9 y siguientes, Jesús dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Y en el versículo 13 añade: “…¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. El pastor David Jang afirma que el Espíritu Santo es el mayor regalo de Dios, y que cuando el creyente recibe al Espíritu y sale a buscar el pan de cada día, esa es la verdadera fuerza impulsora para compartir la provisión. Porque incluso obteniendo recursos, podríamos emplearlos en satisfacer nuestras ambiciones personales o, por el contrario, usarlos para el reino de Dios y para bendecir a los demás. En ese punto decisivo, el Espíritu Santo despierta el amor en nuestro corazón y la compasión por el prójimo. Por eso, Jesús no se limita a decir “Pedid, y se os dará”; su enseñanza se expande hasta la petición del don del Espíritu Santo, subrayando la necesidad de recibirlo para usar el pan en favor de otros.
¿De qué manera, entonces, podemos pedir el pan de cada día, recibir el Espíritu y compartir ese pan? El pastor David Jang suele citar el relato de Mateo 17:24 y siguientes, donde Jesús y el apóstol Pedro necesitan dinero para el impuesto del templo, pero no disponen de él. Jesús le ordena a Pedro: “Ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que saques; al abrirle la boca, hallarás un estatero. Tómalo y dáselo por mí y por ti”. Este hecho milagroso no pretende enseñar que “cuando estamos en problemas, el dinero nos cae del cielo sin más”, sino que cuando surge una necesidad genuina en la obra de Dios, Él puede suplirla. El pastor David Jang enfatiza que la historia del pez con la moneda en la boca, por más sorprendente que sea, revela que la oración para pedir el pan de cada día no es en vano. Aun en circunstancias que parecen imposibles según el cálculo humano, cuando Dios obra, la situación puede cambiar. Sin embargo, lo crucial es: “¿Para qué vas a utilizar ese dinero?”. ¿Estás listo para emplearlo en el servicio al reino de Dios y en el amor al prójimo?
En suma, la oración por el pan de cada día se basa en reconocer la prioridad absoluta del reino de Dios en nuestra vida, al tiempo que atendemos la exhortación de Jesús de suplicar con fervor nuestras necesidades cotidianas. La actitud de esta oración debe estar inspirada en el amor y la generosidad, no en la codicia. Cuando pedimos “dinero” con el compromiso de usarlo con amor, Dios puede responder con creces. Este es el centro de la parábola de Lucas 11, y la forma de vida práctica que el pastor David Jang defiende: pedir con confianza lo necesario, y asumir la responsabilidad de compartirlo con los demás.
2. Pedid, buscad, llamad: la oración y la práctica del amor
En Lucas 11:9, la enseñanza “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” describe la vida de oración del cristiano. Aquí necesitamos reflexionar en qué consiste “ser quien pide”, “ser quien busca” y “ser quien llama a la puerta”. El pastor David Jang explica que este versículo muestra distintas etapas de la oración. No se trata de una petición única, sino de una progresión para acercarnos a Dios.
Primero, “Pedid” se refiere a la actitud fundamental de la oración. Como mencionamos, abarca la petición concreta: “Señor, hoy necesito pan. Paso por dificultades económicas. Ayúdame, por favor”. El pastor David Jang llama a esto “la actitud de un niño”. Del mismo modo que un pequeño le dice a su madre “Mamá, dame de comer”, sin pensarlo dos veces, así nosotros debemos pedirle a Dios con la misma confianza. Sin embargo, muchos creyentes, por temor a parecer “inmaduros”, se abstienen de orar por asuntos que consideran demasiado triviales. El pastor David Jang advierte que eso es un error y que, al contrario, “Jesús mismo nos dijo que pidiéramos el pan, así que no pedirlo es un acto de orgullo”. Presentar nuestras necesidades concretas es la base de la oración, el primer escalón.
Segundo, “Buscad” va más allá de la necesidad superficial y nos invita a descubrir la voluntad de Dios en medio de esa necesidad. Se trata de “¿Por qué y para qué necesito este pan?” o “¿Cómo voy a usar lo que Dios me dé en el contexto de su reino y de mi servicio a los demás?”. El pastor David Jang lo denomina la etapa de “descubrir el propósito”. No basta con “dame de comer”; hemos de cuestionarnos cómo esa provisión de Dios encaja en su plan, de qué manera moldea nuestro corazón y cómo crecemos espiritualmente en el proceso. Muchas veces, la mayor bendición no está en el milagro de la respuesta en sí, sino en la transformación interna y el fortalecimiento de nuestra fe al experimentar cómo Dios obra.
Tercero, “Llamad” describe una actitud aún más activa y audaz. El pastor David Jang la define como “la fe decidida que se acerca a Dios sin vacilar”. Regresando a la parábola del amigo que llama a la puerta a medianoche, se requiere gran convicción y urgencia para golpear la puerta en la noche, arriesgándose a ser rechazado o incomodar al dueño de la casa. Sin embargo, esa perseverancia hace que finalmente la puerta se abra y que el amigo reciba incluso más de lo que pidió. De igual modo, en la oración, a veces las circunstancias parecen cerradas y sin salida, pero si perseveramos con fe, Dios promete abrir la puerta. El pastor David Jang llama a esta persistencia “la valentía del amor”, asegurando que, cuando insistimos en pedir por amor a Dios y al prójimo, Dios abrirá sus puertas y nos proveerá incluso más de lo que esperamos.
En todo este proceso, no debemos perder de vista el amor. Una oración sin amor se convierte fácilmente en una oración egoísta. Podemos caer en pedir cada vez más para satisfacer nuestro propio beneficio, sin importar el prójimo. Por eso, en la parábola de Lucas 11, el hombre no pedía solo para sí mismo, sino para atender a un huésped. El pastor David Jang subraya que “la súplica en favor de los demás, la necesidad de servirlos, es la oración que agrada a Dios”. Orar por un recurso mayor con el fin de compartirlo y cubrir las carencias del prójimo, y de extender el reino de Dios, es el principio clave que Jesús enseñó.
Así, cuando pedimos el pan de cada día, hemos de recordar de dónde viene y para qué se nos concede. “Señor, dame el pan, y concédeme la oportunidad de alimentar al hambriento”. Este es el ejemplo práctico de oración que propone el pastor David Jang. Con la frase “Danos hoy nuestro pan de cada día”, el Padrenuestro nos invita a orar con propósitos que incluyan a los demás: a los que pasan hambre, a las misiones que necesitan sustento financiero, a los colaboradores y misioneros de la iglesia que requieren apoyo para vivir. Esta oración no es solo para resolver nuestras necesidades, sino un motor espiritual que se materializa en amor y acción.
A lo largo de la historia bíblica, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, hallamos infinidad de ejemplos de quienes, por amor al reino de Dios, han dado voluntariamente sus recursos y su vida. En la iglesia primitiva, algunos vendían sus propiedades y ponían el dinero a los pies de los apóstoles (Hch 4:34-35) para que fuera distribuido según las necesidades de la comunidad, generando un crecimiento asombroso lleno de amor. El pastor David Jang ilustra que, cuando comprendemos en verdad qué significa “el pan de cada día” que Dios nos da, lejos de aferrarnos a nuestros bienes, podemos compartirlos libremente, experimentando la verdadera felicidad y abundancia que emergen de dar. Ahí es donde recordamos la palabra del Señor: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35). Quien pide no solo para sí, sino para compartir, se convierte en el canal de bendición que recibe aún más de Dios.
3. El reino de Dios, el perdón y la dirección de la fe
Si revisamos la estructura del Padrenuestro, después de “Venga tu reino” y “Danos hoy nuestro pan de cada día”, sigue la petición “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. En Lucas 11, la secuencia se presenta de forma más breve, pero aborda los mismos tres temas centrales: “Que venga el reino de Dios”, “El pan de cada día” y “El perdón de las deudas”. El pastor David Jang los denomina “las tres columnas de la oración”. Son los tres pilares que sostienen la vida del creyente: el reino de Dios, la provisión (material y espiritual) y el perdón.
En primer lugar, el reino de Dios establece nuestro propósito de existencia. Dios creó al ser humano para ser su colaborador en la construcción de su reino. Por eso, desde el inicio de su ministerio, Jesús proclamó: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, y toda su enseñanza giró en torno a ese “reino”. El pastor David Jang subraya que, al pedir el pan de cada día, siempre debemos enmarcarlo dentro de la visión del reino de Dios. “Venga tu reino” es el gran proyecto de la historia, y nosotros, al recibir el sustento de Dios, nos unimos a ese proyecto. Cuando esta perspectiva de reino falta, la oración se reduce a: “Haz mi vida más cómoda”. Y eso distorsiona la verdadera esencia de la oración.
En segundo lugar, está la cuestión del perdón. Lucas 11:4 dice: “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”. El perdón afecta tanto nuestras relaciones con los demás como nuestra propia relación con Dios. Si no recibimos el perdón de Dios, no podemos presentarnos ante Él con confianza. Y si no perdonamos a otros, tampoco podemos disfrutar plenamente del perdón de Dios. El pastor David Jang califica el perdón como “el núcleo del núcleo” en la oración, porque aunque tengamos cubiertas nuestras necesidades materiales y sirvamos al reino de Dios con fervor, si guardamos rencor contra alguien, esa amargura terminará dañándonos y rompiendo nuestras relaciones. Si no resolvemos el odio o resentimiento en nuestro corazón, quedamos atrapados en la culpa o el rencor. Por tanto, el perdón es el camino hacia la libertad espiritual y el inicio de toda comunidad auténticamente cristiana.
Para el pastor David Jang, “el perdón” trasciende la dimensión emocional o simplemente la corrección ética. El perdón de Dios, expresado en la cruz de Jesucristo, es equivalente a la cancelación de una deuda que jamás podríamos pagar. Quien comprende la magnitud de esta gracia, no puede negarle el perdón a los demás, sino que ora por la reconciliación. Así, “el perdón de Dios” y “nuestro perdón a los demás” funcionan como una rueda: se implican mutuamente y se alimentan entre sí. Sin perdón, la búsqueda del reino de Dios se convierte en un legalismo que exige justicia sin misericordia; sin perdón, la petición del pan de cada día podría desviarse hacia el egoísmo. Por ello, estas tres columnas —reino, pan y perdón— deben sostenerse de manera conjunta para formar un cristianismo íntegro.
Orar por el reino de Dios significa creer que su gobierno ya ha comenzado y que se consumará en el futuro. El pastor David Jang habla de “conciencia histórica” al referirse a esta visión amplia de la humanidad, que tiene un final seguro en el reino de Dios. Aunque nuestra vida a menudo se base en lo visible, y con frecuencia nos intimidamos ante las tentaciones y las inquietudes del mundo, si de verdad confiamos en que el reino de Dios se consumará, podremos vivir con esperanza. Esa fe se hace práctica mediante la oración: “Señor, apresura la venida de tu reino; que tu voluntad se cumpla no solo en el cielo, sino en mi trabajo, en mi familia, en mi nación y en todas partes”. Esa es la esencia de la oración centrada en el reino.
Desde esa energía del reino y la fuerza que nos da el perdón, cuando pedimos el pan de cada día experimentamos milagros cotidianos, o al menos vivimos confiados en que Dios nos proveerá lo necesario. Aprendemos a agradecer cada día el hecho de tener alimento, y con ello, compartimos algo con los demás. Incluso un gesto tan pequeño como “compartir un plato de comida” puede reflejar el amor de Jesús y, por ende, expandir el reino de Dios. El pastor David Jang insiste en que “los pequeños actos llenos de amor edifican la Iglesia, transforman la sociedad y, finalmente, contribuyen al avance del reino de Dios”.
Así, la dirección de la fe consiste en “santificar el nombre de Dios, anhelar la llegada de su reino, recibir el pan de cada día y perdonarnos unos a otros”. Todo esto es parte de un mismo proceso. A veces tropezamos o nos desesperamos cuando el sustento material no llega tan rápido como deseamos, o cuando nos cuesta perdonar. Sin embargo, Jesús nos anima a pedir, buscar y llamar a la puerta, asegurándonos que, si perseveramos en la oración, Dios no dejará de responder. El pastor David Jang explica que “Dios, desde el principio de la creación hasta hoy, siempre ha mostrado su gracia de forma coherente: se revela a quienes oran, derrama su Espíritu Santo y hace que podamos compartir, servir y perdonar”. Por esta razón, la oración es la base de la vida cristiana. A través de ella, experimentamos la perspectiva del reino de Dios, recibimos el pan de cada día y ejercitamos el perdón.
El pastor David Jang añade que “lo que Dios desea no son solo palabras bonitas o declaraciones abstractas, sino actos de amor concretos en nuestro día a día”. Vemos en el Nuevo Testamento la exhortación: “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn 3:18). En el ámbito de la iglesia, en la familia o en la sociedad, el verdadero testimonio cristiano sucede cuando invertimos nuestro tiempo, talentos y recursos para servir. Así, “Danos hoy nuestro pan de cada día” se expande a “Señor, ayúdame a usar este sustento para compartir tu amor con otros”. Esta oración, vivida en la práctica, se convierte en un culto ofrecido con la propia vida y en la vía por la que el reino de Dios se abre paso en nuestro entorno.
Para concluir, en el Padrenuestro, la petición “Danos hoy nuestro pan de cada día” encierra varios niveles de sentido. Primero, pide que suplan nuestras necesidades reales a través de la provisión de Dios. Segundo, implica que oramos con la mirada puesta en el reino de Dios y en el prójimo. Tercero, lleva a la práctica del perdón y del amor. Cuarto, la fuerza que mueve esta dinámica procede del Espíritu Santo, y no debemos olvidar que el don más precioso de todos es la intimidad con Dios mismo. El pastor David Jang enseña que, a lo largo de este proceso, “el creyente pasa de un modo ‘acaparador’ (having mode) a un modo ‘ser’ (being mode), y culmina en el ‘modo amor’ (loving mode)”. Puede que comencemos pidiendo cosas para cubrir nuestras carencias, pero la obra del Espíritu Santo nos transforma progresivamente, llevándonos a vivir en la dimensión del amor.
En especial, a través de la parábola de los “tres panes”, aprendemos la importancia de orar no solo por el pan que llenará nuestro estómago, sino por el pan para nuestros vecinos y amigos que necesitan ayuda. Llamar a la puerta a medianoche no es un acto egoísta, sino un acto de amor que busca el bien de otros. Cuando oramos de esa manera, Jesús promete que Dios abrirá la puerta y proveerá más allá de lo que hemos pedido (Lc 11:8).
En suma, la oración por el pan de cada día en el Padrenuestro no se limita a una petición ocasional, sino que constituye un hábito espiritual que impregna la vida diaria. Nos invita a examinar qué es lo que realmente necesitamos y, a la vez, a ampliar la mirada hacia el prójimo y la comunidad. Porque si Dios nos da la salud, la energía y los recursos, es para que sean instrumentos de su amor. El pastor David Jang señala que, a lo largo de la historia de la Iglesia, muchos cristianos que oraron con fervor y amaron intensamente recibieron abundante provisión y la compartieron con los pobres y con quienes propagaban el evangelio. Hoy seguimos sus pasos. Esta forma de vida pone de manifiesto que “santificar el nombre de Dios, anhelar su reino y experimentar su provisión diaria” son una sola realidad interconectada.
Por último, debemos recordar la conclusión de Lucas 11:13: “…¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. Dios puede concedernos pan de sobra, pero el regalo supremo es el Espíritu Santo. Una vez que el Espíritu Santo desciende sobre nosotros, no nos limitamos a resolver pequeños problemas personales, sino que nos sumergimos en la justicia y el amor del reino de Dios, perdonamos y proclamamos el evangelio. El pastor David Jang enfatiza que, al llenarnos del Espíritu, no podemos sino imitar a Cristo: sirviendo, amando, perdonando y anunciando las buenas nuevas. Esa es la razón de ser de nuestra existencia. Cuando el Espíritu Santo nos guía, el pan de cada día se transforma en un vehículo de amor y en un medio para glorificar a Dios.
En conclusión, la corta frase “Danos hoy nuestro pan de cada día” se convierte en una declaración de fe y en una oración que atraviesa toda la existencia del creyente. Al recitarla cada día, deberíamos profundizar en el corazón de Dios. A lo largo de Deuteronomio 8, Mateo 6 y 7, y Lucas 11, incluyendo la historia del “amigo de medianoche”, comprobamos que Dios cuida de cada ámbito de nuestra vida y anhela construir su reino junto con nosotros. Según el pastor David Jang, al articular estos pasajes se ve con claridad que “Dios quiere que su nombre sea santificado, que venga su reino y que Él mismo provea nuestro sustento, transformándonos en canales de amor”. Si retenemos esta verdad y oramos diariamente, no nos faltará nada; más bien, recibiremos con creces la gracia de Dios. Ese es el mensaje esencial de Jesús a sus discípulos y la lección central que el pastor David Jang quiere transmitir. Vivir este mensaje es, en última instancia, convertirnos en colaboradores de Dios para la edificación de su reino